Miradas desde el puente

 

Me pasa con el castellano y el catalán algo muy peculiar. Cuando conozco a una persona y empiezo a hablar con ella, la lengua en que discurra ese primer contacto cobrará tal fuerza que me veré incapaz de cambiarla en sucesivos encuentros.

Lo mismo siento hoy al disponerme a escribir la reseña de la novela Miradas desde el puente, de mi amiga Concha Mateo.

Nuestro primer encuentro fue por zoom cuando empezaba a gestarse la antología El jardín de Eva, que tantas emociones nos acabó reportando a todas las que participamos en ella. Concha y yo éramos las únicas catalanas, por lo que el castellano fluyó de forma natural como lengua vehicular en aquella reunión y en el grupo de WhatsApp que nos creó la editorial para mantenernos informadas de cómo evolucionaba el proyecto común.

Tiempo después conocí a Concha en Figueres y me presentó a Análida Ospina, quien está a punto de publicar la que también será su primera novela, y con quien pasamos una tarde estupenda en la que el castellano continuó siendo la lengua que hiló aquellas agradables horas. Desde entonces, Concha y yo hemos mantenido conversaciones por teléfono en la misma lengua. Quizá sea una tontería, pero me sentiría muy extraña dirigiéndome a ella en catalán. Se perdería la magia y los que amamos las letras sabemos que no seríamos capaces de escribir nada sin ella.

Por eso la reseña de su primera novela no la puedo escribir en catalán. No sabría encontrar las palabras.

Hacía días que había recibido el paquete con su novela, pero esta esperaba paciente hasta que he encontrado los momentos idóneos para adentrarme en su trama y emocionarme con sus personajes. Concha ha sabido crear con Elisa una protagonista de bandera, en la que no pocas veces la he reconocido a ella misma.

Concha me contó que lo que más le costó de esta novela fue encontrarle un título. Después de leerla lo he entendido: no era fácil concentrar todo lo que encierra la novela en unas pocas palabras. Pero surgió Miradas desde el puente, y creo que no podría haber encontrado un título más acertado.



Esta novela transcurre en Salamanca, una ciudad famosa, entre otras muchas cosas, por su universidad que concentra estudiantes venidos de todos los rincones de España y también de otros países.

Mientras, guiada por el personaje de Elisa, me iba adentrando en la historia, no podía evitar preguntarme cuántas de esas impresiones no las habría experimentado la propia Concha mientras estudió en esa ciudad. ¿Cuántas miradas desde el puente no se proyectarían desde sus propios ojos?

La historia arranca con una llamada telefónica de un amigo del pasado que le propone un reencuentro con todos los amigos de los que, hace casi dos décadas, se distanció.

A veces, cuando una situación nos supera tanto que llegamos a la conclusión de no poder soportarla, lo mejor es poner tierra de por medio o dejar que pase el tiempo y las cosas se vayan poniendo en su lugar. Pero suele ocurrir que esas huidas hacia adelante no siempre son bien entendidas ni aceptadas por los que se quedan atrás.

En el caso de Elisa, cerrar su etapa de Salamanca le permitió reencontrarse a sí misma y ser capaz de encontrar su lugar en el mundo. Pero sus antiguos amigos no hicieron nada por encontrarla, por interesarse por ella, por compartir con ella sus particulares miradas desde el puente. Por el contrario, cada uno determinó preservar su propio secreto, prefiriendo dejarla marchar y mantenerse en silencio, hasta dieciocho años después, cuando alguno de ellos sintió que volvían a necesitarla para que les ayudase a soportar su dura carga.

Sentencia Sabina en una canción que "al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver". Regresar al pasado siempre es una aventura de alto riesgo y más cuando la mayoría de los que han sido tus amigos te han ocultado información.

A veces cometemos el error de creer que siempre hemos sido las mismas personas que somos ahora y no nos damos cuenta de que hubo un tiempo en que fuimos capaces de hacer cosas que ahora, quizás, nos avergüenzan o nos horrorizan. Pero, lejos de esconder esas nuestras miserias, deberíamos mirarlas desde otra perspectiva, desde otro ángulo del puente. Quizá así nos daríamos cuenta de que nadie puede aprender nada que merezca la pena considerar si ese aprendizaje no ha derivado de una equivocación propia.



En Miradas desde el puente, Concha Mateo consigue encuadrar a sus personajes en temas tan controvertidamente humanos como la enfermedad, la muerte, la homosexualidad, el suicidio, la infidelidad, los abusos sexuales, la manipulación emocional o la mentira como sistema de vida.

A lo largo de la novela, Elisa va manteniendo conversaciones con diferentes amigos, pero se da la circunstancia de que todos le hablan de sus vidas y de cómo se sienten, pero ninguno la deja hablar a ella. Ninguno le pregunta por su vida ni por sus sentimientos. Y ella se lo hace ver a todos hacia el final de la historia. No como un reproche, sino como una reafirmación de lo que ella ya había asumido dos décadas antes: que su rol siempre fue el de cuidar de todos ellos y nadie supo cuidarla cuando ella más los necesitó. Por eso se marchó: porque le había llegado la hora de ocuparse, por fin, de ella misma.

Miradas desde el puente es un canto a la amistad, pero también a la libertad de cada uno para ser quien es de verdad. Una historia orquestada de forma magistral, que fluye de una forma tan natural que da la impresión de que no se podría haber escrito de ninguna otra manera.

Leyéndola he llorado y me he reconocido en muchos párrafos. El hecho de que, para cada capítulo Concha haya elegido una frase célebre y lo haya ilustrado con las magníficas fotografías de Salamanca del fotógrafo y poeta salmantino José Amador Martín, aún le dan más valor a su obra.

Siempre me han gustado más los puentes que las murallas. Los primeros unen y nos ayudan a cruzar ríos y a llegar a nuevos escenarios. Las segundas esconden y aíslan. Tras ellas la vida se para, porque el miedo no se fía de los sueños y, sin sueños, todo pierde su sentido.

Espero que Concha Mateo, a partir de esta novela, cruce muchos nuevos puentes y que su magia la lleve a seguir creando personajes que sepan emocionarnos como en esta lo han hecho Elisa, Lola, Paco, Félix o Marisa.


Un orgullo tener a alguien tan grande como amiga.




Estrella Pisa



Comentaris

  1. Qué maravilla de reseña, Estrella. Y qué interesante el contenido que dejas entrever en el libro de Concha Mateo.
    Un fuerte abrazo :-)

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    1. Muchas gracias Miguel. Estoy segura de que Miradas desde el puente te gustaría. Concha Mateo es una maravilla de persona y una autora imparable. Ya tiene preparada una segunda novela. Creo que ha sabido encontrar su camino de letras y lo está disfrutando como nadie.
      Un fuerte abrazo.

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  2. Estupenda reseña, en verdad se agradece. Y Concha también debe estar muy contenta por el privilegio de tu amistad. Un abrazo!

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    1. Muchas gracias Maty. Concha es una persona extraordinaria y una autora incansable. Sin duda, uno de los mejores regalos con los que la vida me ha sorprendido en este 2022.

      Un fuerte abrazo.

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