Desde el salón de su alma
Los libros son como ventanas que nos permiten distraernos del peso de la realidad a través de los paisajes que nos muestran, permitiéndonos sobrevolarlos de la mano de la imaginación y sentirnos, por unos instantes, unas horas o unos días, otras personas y en otros tiempos.
Algunos nos divierten con personajes de lo más extravagantes y desenfadados; otros nos intrigan hasta llevarnos al borde del infarto y otros muchos nos descubren otras formas más amables y certeras de entendernos con la vida.
A veces nos topamos con libros escritos por divulgadores de distintas ciencias que se toman la molestia de prescindir de sus tecnicismos para adoptar un lenguaje que los que no dominamos sus materias podamos entender y disfrutar.
Pero, en pocas ocasiones, nos topamos con libros que nos llevan mucho más allá de lo que esperábamos de ellos. Consiguen rozarnos el alma con el sedoso e invisible plumaje que recubre cada una de sus páginas y aterciopela sus párrafos. Ese es el caso de Desde el salón de mi alma, la ópera prima de Matilde Bello.
Un libro diferente en el que se dan cita cincuenta relatos de apenas una página o página y media cada uno, que encierran todo el sentir que podemos experimentar los seres humanos. Narrados en prosa poética, desprenden una luz que acaba enfocando el rincón que más nos duele de nuestra propia alma y nos conduce hacia él, sin miramientos, cual faro dirigiendo a los barcos hacia el puerto más cercano en una noche de tormenta, bajo un cielo asaeteado por relámpagos, sin piedad.
A esos cincuenta relatos que nos muestran tantos pasajes de la realidad en carne viva, se les unen otras cinco breves historias de ficción que nos desvelan la naturaleza de unos personajes que bien merecerían, en el futuro, continuar y extender sus andanzas en diferentes novelas, pues encarnan criaturas que, con lo poco que llegan a enseñar dentro de los límites de una, dos o tres páginas, ya dejan entrever que pueden dar muchísimo más de sí. Son como puntas de iceberg que se resisten a sucumbir al deshielo y apuntan maneras para emerger un poco más cada vez que alguien se asoma a leer en ellos.
Desde que descubrí el enorme talento literario de Matilde en su blog En voz baja, no he dejado de maravillarme con todo lo que escribe. Tiene la capacidad de llevarnos de la mano al encuentro con lo que más tratamos de evitar cuando intentamos seguir adelante sin darnos cuenta de que nuestros miedos, nuestras frustraciones y nuestro dolor nos vienen pisando los talones porque han ocupado, sin ningún tipo de pudor, los rincones más recónditos del salón de nuestra alma.
No podemos huir de lo que somos, ni tampoco superar nuestros traumas cerrando los ojos para no ver lo que tenemos delante ni lo que intentamos dejar atrás. Las lágrimas tienen derecho a ser lloradas; las emociones más descarnadas han de poder discurrir por sanos cauces hasta llegar a un mar donde se desahoguen.
Negar el dolor, acallar la voz discordante o poner parches sobre heridas perpetuamente abiertas no son formas inteligentes de lidiar con los envites con los que trata de torearnos la vida. Sólo son formas de acabar elevando montañas insalvables a base de diminutos granos de arena. Esas montañas se imponen entre la vida y nosotros, llegando a separar a personas que se quieren y se necesitan, sólo por no haber sido capaces de expresar lo que de verdad sentían.
En Desde el salón de mi alma, Matilde Bello habla desde el corazón y lo hace con una lucidez y una maestría que impresionan, al tiempo que nos obligan a replantearnos infinidad de certezas.
En sus páginas nos acerca a momentos y sensaciones que hemos vivido todos, aunque no hayamos sido capaces de interpretarlas cómo ella lo hace: guiada por la magia que le pone a todo lo que hace.
Con esa magia que desprenden sus palabras, nos traslada a lo que pudimos sentir con aquel primer beso, a los paseos por la playa, a la soledad, a la risa, al silencio, a los abrazos, a los suspiros, al deseo, a la voz que se rompe, a la lluvia, al tiempo, a la música o los hilos de la memoria que aún son capaces de anclarnos al presente. También nos relata con inmenso dolor lo que supone perder a aquellos que tanto amamos. Pero, sobre todo, nos ilumina con su intensa luz. La luz que nos promete que, pese a todo, siempre prevalece la esperanza.
Matilde sabe cómo hilvanar memorias y cómo coser heridas. En su taller de costura imaginario, disfruta juntando retales de historias, como si quisiera confeccionar una colcha de patchwork. Pero, en lugar de aguja, hilo y dedal, ella utiliza una prodigiosa pluma conjugándola con un abanico de infinitas palabras, para acabar regalándonos extraordinarios libros cuyas páginas nos elevan muy por encima de nuestra limitada existencia.
Estrella Pisa
Querida Estrella
ResponEliminaNo tengo palabras para expresar mi agradecimiento. Eres tan inmensamente generosa conmigo que me causa pudor, pero que sepas que tu reseña es un impulso precioso para mí, para seguir escribiendo, para seguir creciendo y dando voz a través de las palabras de todo lo que se cuece dentro.
Un abrazo enorme
Querida Matilde,
ResponEliminaNo hay nada que agradecer. Pero me alegra muchísimo que mi reseña te impulse a seguir escribiendo. Creo que tienes tanto potencial creativo que sería una verdadera lástima que no continuases explorándolo. Necesitamos que nos deleites con tu manera de entender la vida y de interpretar cada momento con la magia que lo haces.
Un enorme abrazo.
Qué maravilla de libro estás mostrándonos, Estrella. Conociéndote estoy seguro que todo lo que dices surge de esa sensibilidad de Matilde Bello que apreciamos en su blog. Un libro para tener cerca.
ResponEliminaUn enorme abrazo :-)